Estrategias para mejorar la capacidad de atención de los hijos
Es curioso. Vivimos en
un mundo en el que exigimos a nuestros hijos que cambien continuamente de
actividad y a ritmo ligero. «¡Buenos días, cariño! A desayunar y a vestirse
rápido que ya llegamos tarde. Hala, te quedas en el cole, te recojo por la
tarde para llevarte al Conservatorio. Merienda ya en el coche, anda, no nos
retrasemos. Rápido para casa, que hoy tienes inglés. ¿Quieres la Play? Vale,
así aprovecho para hacer unas cosas. Mientras cenamos, puedes ver esa serie en
la tele que tanto te gusta. Ahora toca repasar el examen de Sociales. Pero si
parece que estás en las nubes... ¡es que no te concentras!». ¿De verdad nos
extrañamos de que no se concentren?
Hoy en día, y cada vez
más, en los centros educativos nos encontramos con muchos niños con problemas
para concentrarse que no se pueden diagnosticar de trastorno por déficit de
atención. Y sin embargo muestran de forma permanente una atención difusa, poco
centrada en las actividades académicas, que les impide progresar como al resto
de los niños y niñas de su edad a pesar de que su capacidad intelectual es
normal. Muchas veces son niños hiperestimulados, que tienen estructurada su
vida en torno a un montón de actividades extraescolares y deportivas, lo que
les hace estar siempre «como una moto». Otras veces se trata de niños que
abusan de las pantallas: un par de horas de videoconsola, tres de televisión,
un ratito de teléfono móvil... y el mundo real resulta mucho más aburrido que
el virtual. Y en muchas ocasiones se da una combinación de ambas
circunstancias: demasiadas actividades estructuradas y muchas horas de pantalla
para ser asimiladas por un cerebro infantil en pleno desarrollo. Para ser
justos, hay que matizar que a veces esa atención dispersa no se puede atribuir
a ninguna de las circunstancias anteriormente citadas. Hay niños que reciben
pautas educativas correctas pero, sin saberse muy bien por qué, son alumnos
inatentos. Y esto es un grave problema, ya que la atención es el proceso que
permite abrir las ventanas del cerebro a los estímulos nuevos. Si las persianas
están cerradas a cal y canto... ahí no hay quien aprenda.
Cómo ayudar desde casa
Aunque no hay fórmulas
mágicas, existen estrategias que sí funcionan a la hora de mejorar el nivel de
atención y concentración de los hijos:
1. Descanso suficiente.
Si un niño no duerme lo que necesita, o el nivel de actividad que le exigimos
está por encima de lo deseable, no va a ser capaz de concentrarse en las tareas
escolares. Hasta es posible que utilice las horas de clase para descansar de un
ritmo de vida demasiado frenético. Los bostezos continuos suelen dar una pista.
2. Tiempos de ocio no
estructurado. Los niños más pequeños necesitan horas todos los días para jugar
de forma libre, dando rienda suelta a su imaginación. Y mejor si es al aire
libre. Bastantes horas ya les exigimos que estén sentados en una silla (¡eso sí
que es antinatural!). Los más mayores también necesitan intercalar tiempos de
relax entre sus tiempos de estudio (mejor lejos de las pantallas).
3. Un buen ambiente para
el estudio en casa. Un lugar de trabajo aislado, tranquilo y sin interferencias
(la televisión, el teléfono móvil o Internet sin control no están permitidos)
es fundamental.
4. Crear rutinas y
hábitos de estudio. Si una persona se acostumbra a hacer el esfuerzo de
concentrarse todos los días a la misma hora, al cabo de unos días logrará que
su mente se concentre con más facilidad.
5. Marcar tiempos. Hay
que fijarse un horario estructurado que combine el descanso y el estudio para
mantener al máximo nivel la concentración.
6. Organizar el
material. Levantarse a por la calculadora o tener que buscar una goma de borrar
por toda la casa supone una pérdida del tiempo que hay que evitar.
7. Centrar la
mente. La concentración requiere un calentamiento previo, de cinco o diez
minutos, que puede consistir en tachar letras (eligiendo una o dos) de una hoja
de periódico, hacer sudokus, sopas de letras, encontrar las diferencias... No
le pidas a tu hijo que se concentre en ejercicios matemáticos después de haber
jugado durante horas a videojuegos de acción.
8. Intercalar materias y
actividades de estudio. Dedicar toda una tarde a memorizar puede resultar muy
aburrido. Es preferible combinar diferentes actividades (ejercicios de
matemáticas, elaboración de resúmenes, diseño de láminas,...).
9. Recurrir a técnicas
activas. Como el subrayado, esquemas, cuadros sinópticos... También resulta de
ayuda ir tachando en la agenda las tareas programadas y ya conseguidas.
10. Y cuando la
concentración resulte imposible... lo mejor es rendirse. Hay veces que no se
puede luchar contra determinadas ideas, preocupaciones o ensoñaciones que
surgen cuando menos te lo esperas. En esos momentos, lo mejor es cerrar los
libros y permitirse diez minutos de divagaciones mentales o de breve paseo.
Pasado ese lapsus, comienza el tiempo (real) de estudio.
La Voz de Galicia
3/12/2015
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