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Martínez (entrenador)
Martínez (entrenador)
5 de Febrero del 2018 - Juan Antonio Sáenz de Rodrigáñez Maldonado (Jarrio, Coaña)
No todos los críos son inclinados a obedecer la indicación de su entrenador, la de no marcar más goles y, con ello, no ahondar en la herida del orgullo del adversario. Con equipos similares se han enfrentado y se ha podido comprobar que no les ha sido fácil obedecer la indicación de bajar la intensidad. Es comprensible; aún son niños y están por formar. Sabedor de cómo son los chavales, el entrenador, de manera inteligente, da la orden de retrasar el balón al portero y, de este modo, alejarlo de la portería del oponente y evitar así una humillación mayor e innecesaria por una derrota tan abultada.
La lección, implícitamente, lleva a cabo la aplicación de un segundo capítulo. El Sr. Martínez le estaba enseñando que la verdadera altura técnica y física, de la que se es capaz, se pone de manifiesto frente a adversarios de mayor entidad. Es el adversario difícil -enseña Martínez- quien coloca el listón de las propias y verdaderas habilidades.
Mas la labor educadora no queda ahí. La tarde es fría y húmeda, el juego se desarrolla en su totalidad en el campo del San Fernando, y el portero de Los Castros se ve obligado a estar al margen del mismo; consiguientemente, las circunstancias aludidas le afectan más si cabe por su posición estática. Y he aquí cuando tiene lugar una muestra más de la arraigada humanidad e inteligencia del entrenador y consideración con sus jugadores, en este caso de deferencia con el portero, al ordenar a los otros chicos de hacerle partícipe del juego.
Para nosotros, los padres, no pasa desapercibido su saber hacer, dando una lección de señorío y nobleza en la vida, así como la humanidad de su corazón. Esta lección de humildad, nobleza y señorío frente a un adversario en inferioridad de condiciones, así como de humanidad o consideración del otro y de sus circunstancias, es la enseñanza que, como padre, deseo que mi hijo reciba de sus educadores.
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