"Panchita" y "Virgilia" comparten este año el estuario con otras dos águilas pescadoras
Castropol, L. M. A. 17.01.2018
Un ejemplar inmaduro de espátula común en la ría del Eo.
L. M. ARCE
El censo de este año, realizado el pasado sábado por la Consejería de Medio Natural en colaboración con el grupo SEO-Asturias de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), dio un número global de 2.793 ejemplares y una riqueza de 39 especies. Destaca la presencia de especies inusuales, como el zampullín cuellirrojo, el morito común y el porrón acollarado (también hay cuatro silbones americanos invernantes, aunque no fueron vistos durante la realización del censo), junto con las buenas cifras de silbón europeo, con 800 ejemplares (muy por debajo de los máximos históricos de este ánade, pero entre los mejores datos del siglo XXI); espátula común (21) -que tiene en el estuario astur-galaico su primera zona regional de invernada-; águila pescadora (las dos invernantes habituales, "Panchita" y "Virgilia", ambas identificadas con anillas de colores, acompañadas por dos "extrañas" sin marcas); archibebe claro (72), y charrán patinegro (nueve individuos). La garcilla bueyera (95), que mantiene un aumento sostenido en la rasa costera occidental, queda, no obstante, este invierno por debajo de sus mejores cifras.
Las limícolas, con 11 especies, son el grupo más diverso, seguido de las anátidas, con 10, aunque estas últimas aglutinan el grueso del censo: 1.658 ejemplares, un 59,36 por ciento del total de aves registradas. La especie más abundante, con diferencia, es el silbón europeo (800), seguido del ánade azulón (519), el correlimos común (303), el ánade rabudo (162) y la cerceta común (148). Ocho especies están representadas por un único individuo y otras ocho quedan por debajo de la decena.
Es significativo el bajo número de ánade rabudo (162) -junto con el silbón, uno de los "responsables" de la alta valoración del Eo como lugar de invernada de aves acuáticas- y de zampullín cuellinegro (12), que no se ha recuperado del golpe que supusieron los cambios ambientales derivados de la construcción del espigón de Ribadeo, que alteró las corrientes y la sedimentación.
Noticia de La Nueva España, 17 de enero de 2018
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